martes, 19 de abril de 2011

El Jardín Infantil... un lugar para aprender a amar.

Hace algunos días atrás, nos vimos impactados con la noticia de que en un Jardín Infantil, las tías maltrataban verbal y físicamente a los niños.

Gracias a la inteligencia y valentía de una vecina, quien se atrevió primero a filmar las imágenes que comprobaban tal brutalidad antes de hacer la denuncia, se logró terminar con el dolor y abuso que estaban recibiendo estos pequeños, pues se evidenciaba en el vídeo que no era ni una, ni dos, sino tres tías las que amparadas tras una muralla, golpeaban, gritaban, e insultaban a los niños, creyendo probablemente que no iban a ser descubiertas.

Son varias las cosas que me llevan a sentir una rabia y frustración inmensas, así como una decepción absoluta con la capacidad maternal inexistente de algunas mujeres, que se supone se han preparado y formado para cuidar niños.

Después de haber estado 5 años a cargo de un Jardín Infantil, me duele que ocurran estos abusos. Los niños se entregan con tanto cariño, con tanta inocencia, en busca de brazos acogedores que los quieran y le entreguen no sólo educación, sino también franco y real amor.

El Jardín Infantil, desde sus inicios, tal como fue concebido, fue pensado como un lugar donde los niños más pequeños pudieran encontrar el espacio para desarrollar todas sus potencialidades, recibieran toda la estimulación necesaria para crecer y pudieran sentirse, cuidados, protegidos y dignos de ser queridos y recibir amor.

Que terrible que en ese lugar aquellos niños y sus familias encontraran todo lo contrario. Doy gracias a Dios porque sé que en ellos existe la capacidad y la fuerza para salir adelante y superar esta experiencia tan negativa de vida. Con un buen acompañamiento, apoyo y cariño, estos niños superaran esta situación sin que quede en ellos necesariamente una trauma.

Pero, y nuestra sociedad?, podrá recuperarse?, confiaremos nuevamente en esta noble profesión que realizan las educadoras de párvulos?.

Una de las cosas que más me impactó, fue el hecho que si bien habíamos sabido anteriormente de algunas situaciones de abusos en Jardines, estos eran hechos aislados, perpetrados por una sola persona enferma, que a escondidas de las demás maltrataba a algunos pequeños.

En este caso eran tres tías, prácticamente coludidas, y al parecer por el vídeo, no era sólo a algunos niños, sino a muchos.

Me parece terrorífico que no se hubiera levantado ni una sola voz al interior de ese Jardín llamando a la sanidad mental y a la cordura, dejando en claro que tales tratos no se podían, bajo ningún punto de vista, realizar a niños tan pequeños, tan indefensos, así como a ningún ser humano.

Escuché hoy en las noticias, que la solución adoptada por este Jardín, después de obviamente despedir a todas las parvularias y contratar otras, fue instalar cámaras de seguridad, donde los padres podrán vigilar las acciones de las tías así como las actividades de sus hijos.

Muchos jardines ya habían implementado con anterioridad esta medida.

Y esto me entristece porque me doy cuenta de cómo crece día a día la desconfianza a todo nivel. Ahora son los Jardines, ya estaban las cámaras en tiendas y supermercados, luego estarán en colegios, en oficinas, en todas partes. Por que parece que ya no sirve con creer en la capacidad de cada ser humano por optar por el bien, en el actuar ético de cada profesional, ya no... al parecer han sido demasiadas las decepciones.

Así podríamos exigir que ante cualquier procedimiento médico, para confirmar o descartar una posible negligencia, que este fuera grabado. Ante cualquier consulta con un abogado, grabar los consejos, filmar las firmas, etc. para que realmente tengan validez los documentos, etc, etc.

Por esto, siento que estos últimos acontecimientos no sólo causaron una gran daño en las familias y en los niños que confiaron en el profesionalismo de las tías de ese Jardín, sino que esta situación, causó un daño aún más grande en nuestras conciencias, en nuestra capacidad para creer en el buen corazón de los otros, creer en la bondad y el cariño que nos despiertan los niños, así como el deseo de cuidarlos y protegerlos por sobre todas las cosas.

Y porque aún no me siento del todo preparada para abordar el tema, sólo quiero agregar una idea más, sin profundizar en ella, una idea que me duele en el fondo de mi Fé, que es pensar que quizás también debamos poner cámaras en parroquias, seminarios, etc., dónde y cuando personas consagradas estén con niños y menores de edad.