jueves, 11 de marzo de 2010

Silencio

Permanecí alejada de mi blog, en un principio por un agradable tema de vacaciones, y luego, por esta horrible tragedia que afectó a mi país; este terremoto que no sólo remeció nuestras casas, sino también nuestras conciencias… y eso me ha dejado “muda” por varios días.

Primero, las imágenes eran demasiado impactantes como para poder soltar una palabra…envidio a algunos periodistas que por televisión hacían una verdadera apología de la tragedia. Mientras por mis ojos pasaban imágenes imposibles de comprender y cuantificar en su magnitud, mis oídos escuchaban relatos de sobrevivencia y de dolor… pasaba de la emoción a la consternación… en un abrir y cerrar de ojos.

Digo que este terremoto no sólo nos movió el piso, sino que también nuestras conciencias, porque con impacto y vergüenza vimos como la gente, aprovechándose del caos, saqueaba tiendas y supermercados, como si secadoras y plasmas fueran objetos de primera necesidad.

Y nos sentimos impresionados, indignados, y desprotegidos.

Pero en el fondo me pregunto: de qué nos sorprendemos. En una sociedad en la que se fomenta y estimula el consumo por encima de todas las cosas, y donde el tener es mucho más importante que el ser, puedo explicármelo, pero jamás justificarlo.

Y bien, después de que ha pasado lo peor… y gracias a Dios muchos han recapacitado devolviendo lo robado (no se si por conciencia o por temor a la justicia, que al fin se mostró firme), y cuando por fin pude ver el lado más positivo de los chilenos, me he decidido a hablar y a romper mi silencio.

Es como si el horror me hubiera dejado pasmada, sin reacción… pero ver a mi pueblo unido, metiéndose la mano en el bolsillo aunque sus casas estuvieran en el suelo para ayudar a otro, eso sí, me emocionó hasta las lágrimas y canté con fuerza nuestro himno nacional.

Por eso es que ahora puedo escribir estas líneas. Porque me doy cuenta que hay mucho que hacer, muchos temas que tocar,  muchos padres que apoyar, muchas madres que tranquilizar.

Vuelvo para dar una luz de esperanza, la misma que debemos depositar en el alma de nuestros niños,  para que tengan la seguridad de que ante situaciones difíciles, sólo queda confiar, primero en Dios, y luego en nuestras propias fuerzas y capacidades, y salir adelante, porque ante tragedias tan importantes, aparece lo peor y lo mejor de los seres humanos. Y al final sólo queda levantarse y seguir caminando, “Pa´delante que pa´tras no se avanza” como dice la gente.



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