lunes, 30 de noviembre de 2009

Amor por los libros



El amor por la lectura se desarrolla desde una edad muy temprana, antes incluso que los niños sean capaces de dar vuelta las páginas de un libro por sí mismos.

Hay una gran variedad de alternativas para los prelectores. Me refiero a simples libros de imágenes, llenos de colores y algunos hasta con texturas para desarrollar el sentido del tacto.

No hay que temer a que los niños destruyan los libros, piensen que es más terrible destruir el desarrollo de un niño por la falta de libros. Esta es una frase mía, no la encontré en ninguna otra parte; y la dice una madre que ha pasado muchas horas con un scotch en la mano reparando hojas, pegando tapas, etc.

Además, la mayoría de los libros para preescolares son de tapa dura. Los hay también de plástico que pueden acompañar al niño o niña en la hora del baño, especialmente cuando lo asocian a un momento tranquilo y para relajarse.

Los que más me gustan son aquellos interactivos. Están los que traen un juguete para acompañar la lectura, otros traen bolsillos que se abren y estimulan la curiosidad, están los que hacen sonido cuando se presionan, los con pictogramas que son palabras y dibujos que permiten leer en conjunto con los niños (uno lee las palabras y el niño los dibujos)… son muy estimulantes.

Otras lecturas entretenidas son las rimas, y los poemas en rima, porque al leerlos es agradable al oído de los niños, en la medida que son armoniosos como una verdadera melodía. Esto les ayuda a memorizarlos, igual que canciones, y al leérselos una y otra vez terminan por aprenderlos.

La posibilidad que tenemos como padres de acompañar a nuestros hijos con un libro es maravillosa y nunca deberíamos desperdiciarla. Lamentablemente, no siempre contamos con el tiempo suficiente para sentarnos a disfrutar un libro con ellos.

Pero me gustaría contarles las ventajas de la lectura temprana, a ver si se animan y se esfuerzan un poquito más en leerles a los pequeños, ya que éstas son muchas y muy importantes para su futuro.

Primero que nada, se ha visto que la lectura enriquece al niño en el desarrollo de todos los aspectos de su personalidad. En su área cognitiva, emocional y social.

Además, la lectura despierta en los niños la imaginación. Al leerles, ellos pueden viajar a lugares lejanos, conocer personajes interesantes que cobran vida en sus mentes y que después pueden llevar a sus actividades diarias (dibujos, trabajos manuales, cuentos, juego, etc.)

Junto con esto, les ayuda a aumentar su vocabulario. Es notable la diferencia entre un niño que ha tenido acceso a una gran cantidad y variedad de libros, de uno que no ha tenido esta posibilidad. Y no sólo en lo que se refiere al vocabulario del día a día, sino también al bajo repertorio de su vocabulario emocional. Les cuesta expresarse a través de las palabras, no encuentran la manera de transmitir sus ideas y/o sentimientos. Es terrible cuando escuchamos a un niño hablar de “la cosa de la cuestión, que no sé como se llama”…

También podemos observar que cuando les leemos a nuestros niños, y lo hacemos de manera entretenida, ellos potencian su capacidad para escuchar; una capacidad que a veces se pierde cuando están acostumbrados a ser sólo ellos los que hablan y “cuentan sus cuentos”. Y como si esto fuera poco, aumentan también su capacidad de atención, es decir, la capacidad para mantenerse interesados en un estímulo, en este caso, un libro.

Otro punto que me parece muy importante, es que la lectura favorece la expresión de emociones y sentimientos. Los niños al leer, o al escuchar un relato, son capaces de emocionarse, de conectarse y expresar lo que sienten, e incluso relacionar los eventos de un libro con experiencias propias, a través de identificar y relacionar sentimientos entre ambos.

Y por último, que mejor que los niños ocupen su tiempo en un ocio creativo y constructivo como es el leer. Cuantas veces sienten que no tienen nada que hacer para entretenerse; en esos momentos podemos ofrecerles la compañía de un buen libro. Y por favor, si los vemos leyendo, no les insinuemos que no están haciendo nada…

Los invito a estrechar sus lazos con sus hijos, fortalecer el vínculo a través de una rica lectura. Hay muchos libros, muchos autores, es sólo cosa de buscar algo entretenido, emotivo, significativo a la propia historia de cada familia y disfrutar de un bello momento para atesorar junto a sus niños.

Como pueden apreciar, los libros están llenos de beneficios …para todos!. He mencionado sólo algunos ya que estoy segura se me escapan muchos otros.
Este es un tema que sin duda volveré a tocar, pues para mí el que los niños se conviertan en grandes lectores, es una tarea fundamental para el desarrollo de Grandes Seres Humanos.








lunes, 23 de noviembre de 2009

A un metro del suelo

Imaginen un mundo donde todo lo que nos rodee esté sobredimensionado, un mundo de gigantes. Piensen en sillas para personas de dos metros o más, las mesas de metro y medio de alto, los muebles en general monumentales. Puertas enormes, con los escalones de las escaleras gigantes, y las ventanas a una altura que para poder ver hacia fuera debemos trepar a alguna cosa, lo que esté a mano…

Bueno, esa es la realidad de un niño o niña de 3 años…

Nunca olvidaré la enorme decepción que viví cuando después de años volví a mi casa de cuando era niña. No podía creer lo chico que era todo, y yo que lo recordaba tan grande. El pasillo que era interminable en mi triciclo, lo podía abarcar en cuatro pasos. El imponente closet donde me escondía, era una pequeña puerta tras la cual sólo había un pequeño espacio de menos de un metro cuadrado, con estantes, dónde difícilmente podría meterme ahora y cerrar la puerta… ¡Qué chica debo haber sido!

De pronto pensé en mis hijos, y me pregunté cómo verán ellos ahora nuestra casa.

Los mayores tienen un camarote. De pronto recordé el que teníamos de pequeñas con mi hermana. Yo dormía arriba y era estar en el cielo… Era nuestro castillo, nuestra casa de dos pisos, nuestro refugio… lo llenábamos de juguetes, poníamos divisiones… y lo veíamos verdaderamente enorme… Este juego tan entretenido aún no se les ocurre a mis hijos… pero no podrían invitarme a jugar… sería como un gigante, un troll en el castillo, el enorme dragón que arrasaría con todo…

También recuerdo que jugábamos debajo de las mesas. Mis hijos hacen lo mismo, y juntan sillas, ponen plumones y cubrecamas por encima, hacen pasadizos secretos y construcciones entretenidas… que lo aprovechen,… porque penosamente ya van a crecer.

Por eso creo que los niños se sienten tan bien en lugares especialmente acondicionados para ellos como los jardines infantiles. Todas las mesas, las sillas, los adornos, espejos, etc… a su altura,… incluso los baños! Como casitas de muñecas. Uno puede reconocer un buen Jardín, cuando todas las cosas, juguetes, materiales, etc, están a mano.

Que impotencia y frustración, cuando sentimos que lo que queremos o necesitamos siempre está fuera de nuestro alcance. Para los niños esta es una sensación constante. Además utilizamos esta ventaja nuestra por sobre ellos, para esconder juguetes, para “castigárselos”, …así no es raro entender que anden buscando siempre cosas para encaramarse.

Y nosotros… ¿Cuántas veces hacemos el esfuerzo por ver qué es lo que está pasando a un metro del suelo? Sin dudar, estamos acostumbrados a dirigirnos a nuestros niños desde las alturas.

¿Se imaginan lo que debe ser recibir retos… y hasta gritos de una persona que posee el doble de nuestro tamaño? Intenten repetir la situación… pidan a alguien que los rete subido en una silla, la sensación es realmente atemorizante.

Por lo mismo, quiero invitarlos a hacer un nuevo juego con sus hijos pequeños. Un juego en el que, o ustedes se agachan para mirarlos directamente a los ojos, o a ellos los suben, a una silla, a una cama, etc. para que queden a la misma altura. Sientan la diferencia del diálogo, vean la sonrisa en las caritas de los niños y niñas, aprecien lo relajado de su cuello al no tener que forzarlo hacia nuestro rostro.

También los invito a ser los gigantes del castillo, los trolls de los pasadizos, y aunque pueda verse afectada nuestra espalda y puedan sufrir nuestras rodillas, las risas y la alegría de este juego, hará que valga la pena… porque podremos ser partícipes de esa entretenida fiesta que ocurre a un metro del suelo.

Para Compartir: Los niños Aprenden lo que Viven.

"Los niños aprenden lo que viven

Si los niños viven con crítica, aprenden a condenar.

Si los niños viven con hostilidad, aprenden a pelear.

Si los niños viven con miedo, aprenden a ser aprensivos.

Si los niños viven con lástima, aprenden a sentir pena por ellos mismos.

Si los niños viven con ridículo, aprenden a sentir timidez.

Si los niños viven con celos, aprenden a sentir envidia.

Si los niños viven con vergüenza, aprenden a sentir culpa.

Si los niños viven con ánimo, aprenden la confianza.

Si los niños viven con tolerancia, aprenden la paciencia.

Si los niños viven con elogios, aprenden la apreciación.

Si los niños viven con aceptación, aprenden a amar.

Si los niños viven con aprobación, aprenden a quererse.

Si los niños viven con reconocimiento, aprenden que es bueno tener una meta.

Si los niños viven compartiendo, aprenden la generosidad.

Si los niños viven con honestidad, aprenden la sinceridad.

Si los niños viven con imparcialidad, aprenden la justicia.

Si los niños viven con amabilidad y consideración, aprenden el respeto.

Si los niños viven con seguridad, aprenden a tener confianza en si mismos y en aquellos a su alrededor.

Si los niños viven con amistad, aprenden que el mundo es un lindo lugar donde vivir."



Dorothy Law Nolte


lunes, 16 de noviembre de 2009

Espérame un ratito

Esta es una frase que solemos decir a los niños; cuando estamos conversando con otra persona, hablando por teléfono, viendo una película (generalmente aparecen justo cuando está terminando), etc. Lo que no sabemos es si ellos entienden estas simples tres palabras. La verdad, es que nos damos cuenta que no, porque generalmente insisten en que les prestemos nuestra atención.

El concepto temporal, es decir como entendemos y percibimos el paso del tiempo, es un concepto que se instala de a poco en la mente de los niños. Para ellos el ordenar un antes y un después no es fácil, deben experimentar una serie de situaciones antes de ser capaces de estructurar una línea del tiempo.

En este sentido hay un montón de frases que a nuestros hijos menores de 4 años, les son absolutamente incomprensibles. Por ejemplo, decirles algo como “tienes 10 minutos” para hacer tal cosa, nos hará creer que es un niño terriblemente desobediente, cuando después de 20 y hasta 30 minutos, no han movido ni un pelo. Pero la verdad es que para el, 10 minutos vale tanto como una hora o tres, o lo que sea… no significa nada en su mente.

Por ejemplo, cuando les decimos cosas como “vamos a llegar tarde”, tampoco les es comprensible; para ellos se llega cuando se llega… ¿cómo eso puede ser tarde?

Esto se debe a que los niños de estas edades viven en el presente, en el ahora. Les es muy difícil dimensionar una realidad que no está, “lo que será” no existe para ellos.

Sólo a partir de los cuatro años comienzan a manejar palabras como pasado, presente y futuro. Recién entienden ideas como “actividades de la mañana” y las “de la tarde”. Gracias a la rutina que les hemos impuesto (ojalá sea así), son capaces de ordenar un antes y un después, lo que hice, lo que debo hacer ahora y lo que haré más tarde. Mientras más claro y fijo sea este orden, mejor.

Es bueno en esta edades, de los 2 a los 4 años, relacionar hora y actividad, incluso las personas que participan de esa actividad. Por ejemplo “en la noche mamá me pone el pijama”.

Hay muchas canciones que nos ayudan a desarrollar el concepto del tiempo en nuestros hijos. Canciones para la hora del baño, de comer, de dormir, etc. Todas estas maneras de fijar una idea de lo que viene, ayuda al niño y a la niña a saber qué y cuánto esperar.

Esto es muy útil cuando están ansiosos porque les hemos prometido que vamos a hacer una actividad con ellos y nos atormentan con el tradicional… ¡¿Cuándo?! Si conocen la rutina diaria podemos decirles… “después de levantarnos” o “después de comer”, etc.

En fin, es asombroso ver como a medida que van creciendo van siendo capaces de entender lo que es un año… esperan con ansias las vacaciones, saben organizar sus actividades; aunque siempre parece que se olvidan de dejar tiempo para el estudio…

Me parece muy importante aclarar, que sólo recién entre los 8 y 9 años son capaces de entender lo que es la puntualidad y trabajar ésta como un valor. Recién a esta edad comienzan a adquirir mayor responsabilidad en relación al tiempo. Sin embargo, será sólo después de los 10 años que un niño va a ser capaz de manejar los tiempos históricos, e insertar su propio tiempo personal en él.

Es tan increíble como se apoderan del manejo del tiempo, que son ellos los que nos apuran cuando saben que pueden llegar tarde, ya sea a un partido o a un cumpleaños. Y cuando les pedimos que hagan algo, que cumplan con alguna obligación, nos es común escuchar “en un minuto voy” (que pueden ser 10 o más… aquí, les aseguro, ya no es por falta de desarrollo del concepto).

Como podemos ver, es un camino largo el que se recorre desde que el niño vive sólo el segundo, hasta que es capaz de entender un pasado, un presente y un futuro.

Hoy en día, donde todo parece ocurrir tan rápido, no es extraño que nos confundamos. Incluso nosotros los adultos parece que en muchas ocasiones perdemos la noción del tiempo.

Entonces, antes de decirles a nuestros niños “espérame un ratito”, sería bueno ver de qué porte es ese niño y si nosotros estamos claros de cuánto va a durar ese “ratito”.


Para compartir: Walt Whitman

Quisiera compartir con ustedes además de mis reflexiones; poemas, frases e ideas de grandes autores, los que me inspiran y me ayudan en el día a día.


Esta vez de Walt Whitman, "No te detengas".





No te detengas...
No dejes que termine el día sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte, que sea casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y la poesía sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión. La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima, nos enseña, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa: Tú puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre.




Walt Whitman







Pasión por enseñar, Pasión por Aprender.

Recuerdo que cuando era niña, mi juego preferido era sentar a mis muñecas, con cuadernos que yo les había hecho, lápices de palitos de fósforos, libros, etc. y hacerles clases. Me encantaba pasar lista, leerles cuentos, hacer pruebas, las que contestaba una a una por ellas, y tantas cosas más, que hacían se me pasaran los días sin darme cuenta del tiempo.

Cuando llegó la hora de escoger una carrera para estudiar, la pedagogía había quedado atrás; cambiada por una vocación de psicóloga la cual nació tempranamente, incluso antes de llegar a la educación media, debido a profundas y fuertes experiencias prestando oreja y hombro a buenas amigas.

Me vi marcada por un rumbo que requería de grandes esfuerzos, de alcanzar metas aunque pocos creyeran que yo pudiera lograrlo. Recuerdo las entrevistas con la “desorientadora” del colegio, quien me decía: “¿Estás segura Silvia?, porque no ves otras posibilidades”…

Pero me tenía Fe y sabía claramente lo que quería. Y logré entender lo que necesitaba para avanzar… PASIÓN, una fuerza que surge desde el fondo del corazón por lo que se desea, por lo que se ama. Y yo soñaba… y mis sueños de a poco se iban haciendo realidad.

Fue ya titulada de la Escuela de Psicología, cuando me dí cuenta que estaba lista para comenzar a desarrollar mi misión de psicóloga… y que no debía dejar esa pasión que me había llevado hasta ese lugar.

Cuando la vida me ofreció la posibilidad de ser profesora de Psicología, no lo dude ni un minuto y la tomé. Me convertí en la “seño” de un grupo de niñas, que necesitaban mucho más que contenidos y herramientas para sus futuros trabajos. También necesitaban guía, cariño, preocupación y formación.

Fue entonces que recordé mi pasión por aprender, y esa enseñanza quise imprimir en mis alumnas. Y descubrí además mi pasión por enseñar. Fueron pocos semestres, pero muy intensos. Cada grupo, me hacía sentir el mismo deseo de ser capaz de entregar más que las teorías… ellas iban a trabajar con niños, y me sentía obligada a transmitirles la importancia que ellas iban a tener en cada uno de los niños que iban a tener a su cuidado.

Es importante que cada “tía” o “tío”, al recibir su curso, sienta esa necesidad de establecer un vínculo maestro-alumno, que denote un cariño, una preocupación. Que se aprenda sus nombres, más que sus apellidos. Que descubra sus gustos, sus necesidades así como sus dificultades.

Que significativo es que el compromiso sea el norte, para que no sea sólo un trabajo más, sino que se comprenda que si lo hacen bien, si lo hacen con verdadera pasión, quedarán en el recuerdo de sus alumnos como una imagen imborrable muchos años después de haber pasado por sus vidas.

Y es al reflexionar acerca de este tema, cuando surge mi gran preocupación… ¿Qué pasa cuando a la persona que debe enseñar le faltan ganas, le falta pasión? ¿Es posible que surja ese increíble vínculo que se nutre mutuamente entre maestro y alumno?, ¿Será posible aprender cuando falta motivación, cuando falta encanto, cuando no hay magia?

Todo indica que la respuesta a estas interrogantes pintan un paisaje aterrador… porque de alguna manera dan cuenta de lo que nos está pasando en educación.

Se habla de reforma, se habla de recursos, se habla de oportunidades. Pero si hay algo que me preocupa es que ninguna reforma, ni todos los recursos, ni todas las oportunidades van a lograr un cambio, si nuestros profesores no se reencantan con su profesión y no se comprometen… con pasión… con la tarea de educar, de formar, de sentir que están determinando el desarrollo, la vida, de los niños que están a su cuidado. Que sientan que ellos pueden marcar una diferencia.

Cuando veo un grupo de maestros protestando, probablemente por causas justas, no dejo de preguntarme y dónde están sus alumnos… a cargo de quién los dejaron… ¿Será posible que los hayan abandonado?

Cuando veo un profesor que llega a su sala de clases, con la secreta esperanza de que termine luego, de que ese día no lo “molesten” con preguntas, con cuestionamientos (propio de lo que hace crecer el pensamiento), me pregunto para qué está ahí, si ya no tiene la fuerza de enseñar… jamás logrará que sus niños aprendan… no al menos como podrían hacerlo realmente, efectivamente.

Muchos dicen que la educación está en crisis. Para mí no deja de ser como en muchas otras cosas, un grave problema de incapacidad para establecer un vínculo; en este caso maestro – alumno.

Cuando hay pasión por enseñar, no importa que falten recursos, he visto grandes profesores encontrando siempre la manera de ofrecer a sus niños los recursos necesarios. Cuando hay pasión por enseñar, los profesoras ofrecen todas las oportunidades y les enseñan a sus alumnos a buscarlas. Y cuando hay pasión por enseñar, no importan los planes y programas, pues los maestros saben perfectamente qué necesitan sus niños que se les enseñe.

A su vez, esos niños aprenden a responder con pasión. Se comprometen más con sus estudios, sienten en este vínculo un compromiso que deben cuidar, proteger… sienten que no pueden fallar.

Este es el vínculo que deseo se establezca en cada sala de clases, en cada taller, en cada situación en que exista un profesor y un alumno, un vínculo que se marcará a fuego para toda la vida, en el que se desarrolle con fuerza la pasión por enseñar y la pasión por aprender.



"Educar la mente,
sin educar el corazón,
no es educar"
Aristóteles

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Ay, me duele!!


Trabajando con niños he podido observar distintas reacciones de los pequeños al dolor. He visto cuando se caen, se pegan, o se hacen alguna herida… y la diferencia entre unos y otros puede ser enorme.

Hay niños que parecen monos porfiados. Cuando se caen, apenas se dan cuenta. Uno los tiene que llamar para ver cómo están; mientras ellos lo único que quieren es que los dejemos para poder seguir corriendo.

Otros se enojan cuando se caen. Me impresiona que se molestan si uno se acerca a ver qué les pasó. Es como que hubieran querido pasar inadvertidos y uno hace evidente su “torpeza”. No se centran en el dolor físico, sino en lo que les duele el orgullo.

Lo más terrible, son esos niños que cuando se caen o se hieren, pierden absolutamente el control. Lloran y “chillan” como si los estuvieran matando. Algunos tiritan, se ponen lívidos, no permiten que los revisemos, incluso algunos… ni que los miremos.

En relación a esto, conozco un par de anécdotas de niños que al preguntarle por alguna herida que al parecer tienen, lloran y gritan, y cuando uno se las va a ver, y a limpiar, esta desaparece… nunca hubo nada…

Menos mal que la mayoría de los niños que sufre un accidente, primero se queja y luego busca ayuda, protección y cura, de una manera controlada, seguros de que están bien, de que es aceptable caerse, y de que hay una persona capaz de ayudarlos.

En este sentido, la palabra clave es: confianza.

Este trabajo se hace desde que el niño o niña, es muy pequeño, a muy corta edad. Tiene que ver con la reacción que nosotros como padres, tenemos frente a estas situaciones.

He visto madres a punto de desmayarse ante los accidentes de sus hijos. Incluso mucho antes de ir a ver qué les ha ocurrido realmente. No puedo juzgar esta reacción, pues como tal es lo que les nace; pero podría sugerirles que hagan un esfuerzo, un trabajo interno de control emocional, porque en última instancia, eso es lo que debemos lograr desarrollar en nuestros niños, y nosotros somos el modelo, nosotros somos lo que ellos están observando.

Otras mamás se enojan con los niños, les dicen palabras muy desafortunadas como “torpe”, “tonto”, y otras cosas que sólo transmiten al niño un sentimiento de incompetencia. Creo que en el fondo son ellas las que se sienten tan culpables de no haber sido capaz de evitar una caída o un golpe, que lo proyectan como torpeza en sus hijos. Es decir, no lo ven en ellas… sino que la propia torpeza esta en el otro, en este caso, en el hijo.

Y como la gama de reacciones es enorme, podemos encontrar a esas mamás que cuando su niño o niña se cae, ni se enteran.

Es fácil hacer las asociaciones. Vuelve a darse ese “baile”, esa “danza” entre madre e hijo o hija, ese ir y venir de cada uno en respuesta del otro. A una madre descontrolada, comúnmente podemos observar un niño descontrolado; en una madre rabiosa, encontramos un niño enojado, junto a una madre demasiado “relajada”, encontramos un niño demasiado “despreocupado”.

Mi opinión personal, es que como madres debemos ser capaces de transmitir dos ideas centrales a nuestros hijos: primero que el caerse es parte de la vida junto con el levantarse y que como somos seres humanos, de carne y hueso, es natural sentir dolor, es natural la sangre, es natural que se hagan moretones, etc; y segundo, que siempre va a estar una persona mayor para hacerse cargo de este accidente, para acompañarlo y curarlo si es necesario.

La contención emocional es clave en este sentido. Poder ser empático con los sentimientos de los niños; saber cuando va a ayudar un poco de risa, cuando va a ser positivo un fuerte abrazo, cuando va a ayudar algo rico para comer, etc.

A veces no les damos el tiempo suficiente para que ellos se “rearmen” y los queremos sacar muy rápido de la situación. Hay niños que no necesitan mucho “añuñuy”… pero otros sí… y al querer que dejen de quejarse o llorar muy rápido, podemos transmitirles que no aceptamos su dolor, que nos molesta su condición humana de ser sensibles.

Todos los niños deberían dejar de llorar cuando pasa el dolor. Si siguen… deberíamos preguntarles y preguntarnos qué más les duele…

Y en relación al dolor… todos lo hemos sentido, todos lo conocemos y si algo nos angustia, es pensar que nuestros pequeños no podrán quedar fuera de esta experiencia. Desde bebés, debemos sufrir con ellos con los cólicos, cuando se enferman, cuando debemos hacerles exámenes, cuando debemos ir a vacunarlos, etc.

Peor es pensar que puedan llegar a tener enfermedades graves, que los dejen internados, en manos de médicos… creo que estas situaciones son claramente extremas y merecen un trabajo muy profesional de apoyo a toda la familia, para lograr una verdadera y eficiente contención emocional.

Les cuento mi manera muy particular de trabajar el dolor de mis hijos. Siempre que se caen o se hieren, y me dicen que les duele… les digo que eso es bueno, porque significa que están bien, que el dolor es la forma que tiene el cuerpo de avisarle a su cabeza que hay algo que está enfermo o herido, y que así ellos pueden darse cuenta. Les digo que si no les doliera me asustaría y ahí si que los llevaría de urgencia a la clínica porque significaría que están muy mal.

Lo otro que les he enseñado es que el llorar descontroladamente hace que el dolor se apodere de su cuerpo. Les he enseñado a respirar para que puedan manejarlo, y en la mayoría de las situaciones funciona.

Digo la mayoría de las veces, porque es difícil cuando le sumamos sueño, o hambre o público condescendiente (Es probable que un niño haga mucho más escándalo si hay por ejemplo alguna abuelita preocupada por lo que le está pasando), variables que influyen negativamente en el autocontrol del pequeño; ahí se sienten con más permiso para llorar y hacer escándalo.

Es muy positivo acompañar a los niños y niñas en estas situaciones. Por experiencia personal, todos sabemos que es mejor cuando alguien comparte nuestro dolor, cuando alguien nos toma de la mano o simplemente se queda a nuestro lado.

Y algo muy interesante que leí acerca de por qué naturalmente nos nace tocarnos y apretarnos donde nos duele, y por qué es bueno acariciar y abrazar, es porque nuestro cuerpo ante estos estímulos libera endorfinas, nuestra natural droga del placer, el regalo de nuestro cuerpo para la felicidad.

Por último, esta capacidad para autocontrolarse frente al dolor, que es muy importante desarrollen tempranamente nuestros niños y niñas, va a influir en otras áreas también. Debemos trabajar además con los pequeños en cómo se autocontrolan en relación a la alimentación, en cómo se comunican, cómo se molestan, etc. En fin, cómo logran desarrollar una contención emocional, que al principio la reciben desde nosotros, y luego surge de ellos mismos.