viernes, 15 de enero de 2010

El amor más grande




Impactada por la tragedia recién ocurrida en Haití, pensé que después de todo el espanto que veía por televisión y que me llenaba los ojos de lágrimas, nada me podía impactar más que esa imagen de muerte y desesperación. Pero acabo de ser remecida hasta lo más profundo de mi alma, tanto que he tenido que escribir… para sacar de mi interior este sentimiento que me ahoga…

Dentro de toda la tragedia, los rescatistas buscan sobrevivientes para encontrar vida en ese entorno oscuro donde parece ganar y reinar la muerte.

Y de pronto, en lo más espantoso del horror, un milagro… rescatan a un niño, un niño pequeño… que sobrevivió por el amor más grande. Lo rescataron atrapado entre los cuerpos de sus padres, quienes lo protegieron así de ese mundo que se les venía encima… cuidando su más grande tesoro, entregaron sus vidas…

Me cuesta pensar, me cuesta atrapar las lágrimas en mis ojos, pero necesito seguir escribiendo … porque este sacrificio merece un homenaje, merece que alguien hable de este amor… que uno recibe de regalo justo en el momento en que ponen esa criatura, que sin duda es la más bella del mundo, en nuestros brazos… y al que nos dicen es nuestro hijo…

El día en que me convertí en madre lo supe… no hay amor más grande. Uno ama a sus padres, a su pareja, a sus amigos… pero no se compara con ese amor que siente por sus hijos… y no importa si es uno o si son diez, ese amor sabe multiplicarse, jamás se divide.

Recuerdo mi preocupación cuando iba a nacer mi segundo hijo, de si iba a ser capaz de quererlo tanto como al primero… lo que me parecía imposible… y recuerdo como si fuera ayer… como se llenó mi corazón cuando escuché ese primer llanto, que me permitió entender que ese “imposible” era una realidad, más que eso, una verdad.

La abuela de mi marido bromeaba siempre en relación a este mismo tema. En esa época aún no llegaban los niños, pero ella me animaba a ser madre, diciéndome que el amor hacia un hijo era el sentimiento de amor más fuerte que podíamos sentir… porque, como ella decía…”si tu marido necesita un ojo, lo piensas… y te conformas diciendo que con un ojo igual ve bastante bien, … pero que si es un hijo el que necesita ese ojo… uno es capaz de entregar los dos”… y tal como ella me lo había dicho, así lo sentí… y lo siento.

Creo que por eso estoy tan impactada… porque no sólo uno es capaz de darle los ojos, los riñones, el corazón… una es capaz de dar la propia vida…

El amor a los hijos es instintivo, es sin condiciones y es permanente. Esto lo he comprobado ya que desde que nacieron mis hijos, lo primero que pienso al despertarme es en ellos (más, cuando es alguno de ellos el que me despierta que es bastante a menudo).

Recuerdo que uno de los peores momentos como madre, fue cuando se me perdió uno de mis niños por uno o dos minutos, que para mí fueron eternos. Esa sensación de pérdida me hizo sentir que me iba a volver loca. Nadie podría imaginar, si es que no lo ha vivido, la cantidad de ideas que se cruzaron por mi cabeza, ni la cantidad de emociones que golpearon mi cuerpo… quería correr pero no sabía a dónde… por lo que quedé paralizada… hasta que lo encontramos y me volví a sentir completa.

Otro momento duro de mi vida como mamá, fue cuando debí dejar a mi hija entrar a un pabellón. Soltarla para que se la llevaran los camilleros, con sólo un añito y medio de edad, para una operación que aunque estaba absolutamente planificada, estudiados todos los pro y los contra, con un muy bajo riesgo, de esas operaciones que llaman de rutina, para mi no tenía nada de rutinario… La hora que esperamos el resultado… fue otra eternidad… por eso que uno debe sentir que estas experiencias te ponen vieja.

Obviamente, cada vez que he sentido a alguno de mis hijos en riesgo, he experimentado esa angustia vital, esa dificultad para tragar, para respirar… esa sensación de que se detiene el reloj, se paraliza el tiempo… y que preferiría mil veces ser yo y no él…

Sigo muy afectada por las noticias, y pienso en aquellos casos que probablemente se están viviendo en este momento en aquel golpeado país, y en el mundo. Pienso en los padres que ahora están llorando la muerte de sus hijos y en aquellos hijos que deben estar llorando la muerte de sus padres.

Para terminar quería compartir un diálogo que tenemos casi a diario con uno de mis hijos. Él me dice:”mamá te amo” y yo le digo: “yo también te amo”, a lo que el contesta: “pero yo te amo más”, y yo le respondo: “imposible, yo soy la madre, así que yo te amo más”… y a veces cuando mi marido nos escucha, agrega… “es cierto, tu mamá te ama más, las mamás siempre nos quieren más”.




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