viernes, 23 de octubre de 2009

Qué ha pasado con la infancia

Cuando trato de ponerme en los zapatos de mis hijos para entender como viven ellos hoy su infancia, me doy cuenta de lo tremendamente distinta que es en comparación a lo que yo aún recuerdo, con tanto cariño en lo profundo de mi corazón, que fue la mía.

No quiero dar una falsa idea de que yo piense que una es mejor o peor que la otra; simplemente me refiero a que es obvio que son infancias muy, pero muy diferentes.

Este cambio surge obviamente de los cerca de 30 años que separan nuestras generaciones.

De pequeña, a los niños se nos cuidaba mucho, habían mil temas que no se tocaban delante nuestro y la inocencia era un bien sobrevalorado. El acceso a la información era mínimo. La televisión para la mayoría era restringida, no por un convencimiento paterno como lo es hoy en día, sino por el hecho de que no había muchos televisores en la casa, por lo que teníamos que compartirlos.

Menos mal los “monitos”, los daban en horarios en que los papás no estaban para quitarnos la “tele”.

Las teleseries, ponían en aprietos a las mamás cuando preguntábamos inquisidoramente de dónde salio la guagua, por eso cada cierto tiempo nos mandaban a ver algo a la esquina. Hoy no hay nada que esconder, ni que responder, porque las respuestas ya las tienen los niños, y lo explícito sólo nos sonroja a nosotros.

Las enciclopedias eran súper completas, indispensables en todo hogar, para hacer tareas, revisar mapas y, ...¡¡Ver las fotos de los animales!! Para mí eso, y los programas de la Vida Salvaje de Disney era maravilloso.

A los niños de hoy, les parecería casi cavernario el calcar un dibujo. Con esto de los scanners, y las fotocopiadoras en casa, poder navegar por Internet y recibir miles de imágenes a la petición de por ejemplo “Narval”, les parece simple, obvio y lógico. Les hemos dejado en claro que todo está ahí. Si alguien me hubiera mostrado un dibujo de un Narval cuando estaba en el colegio, habría pensado que me quería hacer una broma, y que era sólo un animal de cuento.

Y centrándome en el tema de la carga académica, doy gracias de haber ido al colegio en la década de los 70. Estoy segura, si no me falla la memoria, que no me enseñaron casi nada de lo que están viendo mis hijos actualmente en 2º y 3º básico, hasta que estaba en 5º. Y además, me encantaba recibir mis MB.

Ahora me agoto estudiando con ellos, porque aunque se supone que por la extensión horaria todo debería quedar revisado en el colegio; no siempre es así. Y aunque son niños que les va muy bien en el colegio, hemos debido aprender con el papá, a no asustarnos cuando la nota es bajo 6, y no poner un grito cuando es bajo 5.

Con tal cantidad de libros, cuadernos, guías y tareas de investigación, no es difícil entender que algunos se estresen un poquito, e incluso bastante; así como no es raro que estén cansados a fin de año. Es sintomático después de fiestas patrias, la letra se “horroriza”, hay más desorden en los cuadernos, aumentan las anotaciones y comunicaciones por no estar concentrado y atento en clases, y la pregunta eterna… ¿Cuánto falta para que se acabe el colegio?...

Además la enorme competencia que tiene el estudio de actividades mucho más entretenidas que hacer después de la jornada escolar; la oferta de talleres, actividades deportivas, etc., dentro y fuera del colegio, es enorme.

Y en la casa, espera siempre el computador con miles de juegos para desarrollar destrezas de todo tipo. Y si a esto le sumamos alguna consola de juegos, tipo playstation, xbox o Wii, uno se convierte en la bruja …¡¡“Sólo el fin de semana niños!!”

Comparando en este sentido ambas épocas, recuerdo que yo tenía todo el tiempo del mundo… y jugaba horas y horas a las muñecas… ¿Qué habría hecho con un PC en esa época?. Ahora compenso toda esa falta, jugando con ellos, y me siento nuevamente como de 10 años.

Retomando el tema de la televisión, …ahora todo es distinto con el cable. La posibilidad que tienen actualmente los niños de encender la “tele” a cualquier hora y encontrar monitos es increíble. Además, tienen la posibilidad de ver películas a cualquier hora del día… y cuantas veces quieran. Cuando mis papás me llevaron a ver la Guerra de las Galaxias, quedé alucinando como dos semanas… y no pude volver a verla hasta que ya grande arrendé el VHS, muchos años después (esto es muy loco). En cambio, mis hijos me aburrieron con ciertas películas en DVD, que veían (y aún ven) una y otra, y otra vez… ¡Se aprendían hasta los diálogos!.

Pero en este mundo, absolutamente globalizado, y tan lleno de información, existe en el aire una idea que puede llegar a tener un efecto tremendamente pernicioso para los niños, y que no tiene nada que ver con la sobreestimulación con la que nos asustan algunos especialistas.

Mi preocupación mayor se refiere a Estudios científicos en varios países, de los que me he enterado últimamente, acerca de la angustia que viven los niños en relación al riesgo que corren de no poder heredar un mundo donde crecer cuando sean grandes, y que posean bajas expectativas de que puedan ofrecer un planeta Tierra a sus hijos.

A mi esto me llena de pena, porque cuando yo fui niña, jamás me sentí amenazada por la posibilidad de desaparecer. Mi mamá me cuenta que ella si temía por nosotras, sus hijas, porque era la época de la guerra fría y del tan temido botón rojo del que se hablaba, capaz de destruir a la Tierra. Pero gracias al hecho de que a la hora de las noticias yo estaba jugando o durmiendo, nunca me enteré de eso, y por el teléfono negro de mi casa, con disco numérico para marcar, no se recibían noticias; como es posible ahora a través de los celulares conectados permanentemente a la red.

Cuando niña, si le hubieran quedado 5 minutos de existencia a la Tierra, yo ni me hubiera enterado. Habría seguido jugando a mis muñecas y no habría sentido ni la más mínima angustia. Pero pienso qué ocurriría ahora, si nos quedaran sólo 5 minutos de existencia, no dudo que nos enteraríamos… me imagino las imágenes en los Pc, notebooks, netbooks, celulares, televisores, etc. y todo aquello que este conectado a Internet… Me angustia la posibilidad de no estar en ese momento con mis niños; no poder contener su angustia, que me daría la fuerza para contener la mía.

Por esto creo que es la peor diferencia que encuentro entre esta infancia y la que mis padres me regalaron.

Hago una invitación a todos los papás y mamás, abuelos y abuelas, tíos y tías, profesoras y profesores, amigos y amigas a recuperar una infancia libre de angustia. Ya tendrán nuestros niños tiempo suficiente para angustiarse, por miles de cosas, porque esa es mi Fé, que aún queda mucho tiempo para que aprendamos a ser seres humanos, antes de abandonar este planeta.

Los invito a hablar menos de Calentamiento Global y más de cuidado al medio ambiente, de buscar nuevas y más limpias formas de energía, y trabajemos en ello.

Los invito a hablar menos de la Guerra, y más de los grandes hombres y mujeres de Paz, que nos han marcado el camino… Mahatma Gandhi, Sor Teresa de Calcuta, Martin Luther King, el Dalai Lama, Juan Pablo II, y tantos otros, que esperan de nosotros una actitud de mayor tolerancia a las ideas, mayor justicia y más entendimiento.

Los invito a hablar menos de la destrucción de bosques, selvas y tantos otros recursos de la Tierra. Mejor enseñemos a nuestros niños a renovar, a reparar, a reciclar, a reutilizar. Dejemos a un lado esta cultura de lo desechable.

Para terminar, me gustaría aclarar que a mí me gusta la Infancia que les estoy regalando a mis hijos, sólo que me gustaría …fuera aún mejor.

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